martes, 4 de agosto de 2015


Las metáforas también votan

Carlos F. Reyes

 

1.     La metáfora impregna de manera significativa el uso de la lengua  y hasta resulta divertido comprobar sus múltiples expresiones en la vida diaria. Así por ejemplo, la Derecha en Chile –metáfora que proviene de la Revolución francesa cuando en la Asamblea Constituyente los Jacobinos se sentaban al lado izquierdo mientras que los conservadores lo hacían en el lado opuesto- acuñó una metáfora médica: El cáncer marxista. El tirano hizo vanos esfuerzos quirúrgicos para extirpar el tumor, pero no pudo.

Otros políticos recurren a metáforas meteorológicas: Soplan vientos de cambio; o náuticas: El gobierno tiene que enderezar el rumbo; mantener firme el timón. Escalona, a quien le desagrada el opio (metáfora del drogadicto) ha empleado en más de una ocasión una metáfora bélica: dispararse en el pie; algunos aplican dicho tipo de metáforas a fórmulas paradojales: dar la batalla contra la pobreza, o lucharemos para alcanzar la paz.

Patricia Verdugo, dio en el clavo (metáfora carpinteril) con su metáfora animalesca: Los zarpazos del puma. Aunque los pobres animalitos nunca son tan despiadados como los asesinos hijos de puta (metáfora de lenocinio) que sembraron (metáfora agrícola) la muerte y el terror a lo largo de nuestro país.

Sin embargo ahí está la Operación cóndor y el Plan Leopardo inventado por el sátrapa, amén del infame titular del diario La Segunda: Exterminados como ratas, cuando se refirió a los 118 asesinados por las dictaduras de Chile y Argentina.

La Gordi, por su parte, usó una metáfora lúdica cuando se vio en aprietos: dijo Paso, como quien juega una mano (metáfora anatómica) de dominó.

Hay quien, además de cometer frecuentes metaplasmos, del tipo tusunami o marepoto, se ha expresado con metáforas orquestales: A mí me dan como caja todos los días. Aunque las preferidas, tal vez por su simpleza y escasa elaboración intelectual fueron: acabaremos con la puerta giratoria (metáfora de portero de hotel) y barreremos las calles de delincuentes (metáfora de aseo y ornato).

Ahora bien, la clasificación de este recurso estilístico es un verdadero desafío a la imaginación:

Metáfora introductoria:

Le metí conversa al taxista.

Metáfora boxeril: Al primer golpe, Golborne cayó a la lona y quedó fuera de combate.

Metáfora culinaria:

Para estas elecciones vamos a tirar toda la carne a la parrilla.

Metáfora mortífera: Pía Guzmán es un cadáver político.

Metáfora textil:

Perdí el hilo de la discusión,

El académico es alguien que hila muy fino,

Tras su divorcio, ella estuvo atando cabos.

 

Metáforas orientacionales según las cuales lo bueno es arriba y lo malo, abajo:

Sus palabras me levantaron el ánimo,

Ayer tuve un bajón,

La bajeza moral es propia del fascismo,

La producción industrial cayó 0,1%.

 

Para mi gusto, las metáforas más sofisticadas se registran en el imaginario creativo del español de Chile en su dimensión zoonímica:

Como ando pato, tuve que hace perro muerto

La cabra se fue al chancho cuando le sacaron los choros del canasto

Este es un cabro choro, hijo de tigre

El gallo choro mandó a freír monos al gallo sapo pat’e vaca

 

También es posible reconocer engullentas metáforas chilensis rayanas en la antropofagia:

Me comí un Barros Luco

Se devoró un Barros Jarpa

Le metí diente a un italiano con harta mayonesa

 

Y cuando el sacerdote eleva el cáliz hacia lo alto, porque ahí está lo bueno, y repite las palabras atribuidas a Cristo: “Comed y bebed que este es mi cuerpo y esta es mi sangre”, está haciendo alusión a una metáfora propia de caníbales y de naturaleza vampírica.

En fin, cierro esta primera parte con un ejemplo clásico de metáfora del terror que aparece en la primera página del Manifiesto Comunista: Un fantasma recorre Europa.

 

2.     Ahora bien, la metáfora no sólo  impregna nuestro lenguaje cotidiano, que está por todas partes, sino que participa en la construcción de significados pese al tradicional desprecio de la filosofía hacia ella. Desde los filósofos griegos siempre se la consideró como un adorno, un recurso marginal que permitía “iluminar” el discurso con dicha comparación abreviada; nada más. Su función sólo consistía en proporcionar placer estético al entendimiento. Aristóteles sostenía que “la metáfora es como el condimento de la carne” (Retórica)

Jaime Nubiola en “El valor cognitivo de las metáforas” sostiene que: “Las palabras por sí solas no cambian la realidad, pero los cambios en nuestro sistema conceptual cambian lo que es real para nosotros y afectan a la forma en que percibimos el mundo y al modo en que actuamos en él, pues actuamos sobre la base de esas percepciones”.

3.         Demos, pues, otra vuelta de tuerca (metáfora gasfiteril-mecánica) en este descuartizamiento (metáfora tanatológica) de la metáfora subrayando algunas consideraciones:

a)      Conviene tener presente que la lengua es abstracta. Nadie se sienta en la palabra silla, y la palabra vidrio no se quiebra.  Por lo tanto, nuestra mención lingüística de la realidad es sólo un pálido reflejo (metáfora especular) de ella. Peor aún: la metáfora induce a un conocimiento paradójico: a medida que se acerca a la realidad, se aleja del “decir originario”.

b)      La verdad no existe. Sólo hay puntos de vista, es decir,  interpretaciones. Nuestras miradas sobre la realidad social son subjetivas, dependen de nuestra posición económica, de nuestras expectativas, de nuestros sueños, del ideal de sociedad que queremos, del estado emocional en que nos encontremos, del contexto histórico, de nuestra historia de vida, etc. Por ello echamos mano a la objetividad como el argumento infalible para argumentar: “Cada vez que queremos convencer a alguien para que concuerde con nuestros deseos, y no podemos o no queremos usar la fuerza bruta, ofrecemos lo que llamamos un argumento objetivo o racional” (Maturana, H. La objetividad. Un argumento para obligar).

c)       El debate, especialmente político, suele plantearse como un combate. Lakoff y Johnson, los más importantes estudiosos de la metáfora,  sostienen que “El hecho de que en parte conceptualicemos las discusiones como batallas influye sistemáticamente en la forma que adoptan las discusiones y la forma en que hablamos acerca de lo que hacemos al discutir” (Metáforas de la vida cotidiana).

En esta concepción, según la cual una discusión es una guerra de bolsillo, encontramos expresiones metafóricas del tipo:

Su posición es indefendible

El candidato presentó una nueva línea de ataque

La gordi ha ido perdiendo terreno

El Partido tiene una táctica y una estrategia definidas

 

4.       Muchos de los cambios culturales nacen de la introducción de conceptos metafóricos nuevos y la pérdida de otros viejos.  Por ello es razonable suponer que los cambios en nuestro sistema conceptual, o el afianzamiento de él, afectan la forma en que percibimos el mundo. En otras palabras, la metáfora es PODER. Esto lo sabe y aplica muy bien el sistema de dominación ideológico  que manipula la percepción de la realidad mediante la complicidad de los medios de comunicación, las instituciones religiosas, la educación. Desde muy antiguo las metáforas se usan como un ejemplo fácilmente comprensible hasta para los imbéciles, esos de “techito bajo” (metáfora arquitectónica):

“Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja a que entre un rico en el Reino de los Cielos”

En política abundan ejemplos, algunos curiosos, otros divertidos:

El dedo de Lagos

Los chascones de la DC

Los momios

Tener muñeca política

Se subió al carro de la victoria

El chancho está mal pelado

Las viudas de Pinochet

Es un amarillo

Este no es ná, ni chicha ni limoná

 

En fin, parece evidente que los políticos, convertidos en zánganos, hacen oídos sordos (qué metáfora más extraña) a los requerimientos ciudadanos con el objeto de continuar libando la miel que producimos los chilenos  (metáfora entomológica).

 

Carlos F. Reyes

Profesor de Estado en Castellano (Universidad de Chile)

Egresado del Magíster en Educación Especial (Pontificia U. Católica de Chile)