Las metáforas también votan
Carlos F. Reyes
1. La metáfora impregna de manera significativa el
uso de la lengua y hasta resulta divertido comprobar sus múltiples
expresiones en la vida diaria. Así por ejemplo, la Derecha en Chile –metáfora
que proviene de la Revolución francesa cuando en la Asamblea Constituyente los
Jacobinos se sentaban al lado izquierdo mientras que los conservadores lo
hacían en el lado opuesto- acuñó una metáfora médica: El cáncer marxista.
El tirano hizo vanos esfuerzos quirúrgicos para extirpar el tumor, pero no
pudo.
Otros políticos recurren a metáforas meteorológicas: Soplan vientos de
cambio; o náuticas: El gobierno tiene que enderezar el rumbo; mantener
firme el timón. Escalona, a quien le desagrada el opio (metáfora del
drogadicto) ha empleado en más de una ocasión una metáfora bélica: dispararse
en el pie; algunos aplican dicho tipo de metáforas a fórmulas paradojales: dar
la batalla contra la pobreza, o lucharemos para alcanzar la paz.
Patricia Verdugo, dio en el clavo (metáfora carpinteril) con su metáfora
animalesca: Los zarpazos del puma. Aunque los pobres animalitos nunca
son tan despiadados como los asesinos hijos de puta (metáfora de lenocinio) que
sembraron (metáfora agrícola) la muerte y el terror a lo largo de nuestro país.
Sin embargo ahí está la Operación cóndor y el Plan Leopardo
inventado por el sátrapa, amén del infame titular del diario La Segunda: Exterminados
como ratas, cuando se refirió a los 118 asesinados por las dictaduras de
Chile y Argentina.
La Gordi, por su parte, usó una metáfora lúdica cuando se vio en aprietos:
dijo Paso, como quien juega una mano (metáfora anatómica) de dominó.
Hay quien, además de cometer frecuentes metaplasmos, del tipo tusunami o
marepoto, se ha expresado con metáforas orquestales: A mí me dan como
caja todos los días. Aunque las preferidas, tal vez por su simpleza y
escasa elaboración intelectual fueron: acabaremos con la puerta giratoria
(metáfora de portero de hotel) y barreremos las calles de delincuentes
(metáfora de aseo y ornato).
Ahora bien, la clasificación de este recurso estilístico es un verdadero
desafío a la imaginación:
Metáfora introductoria:
Le metí conversa al taxista.
Metáfora boxeril: Al primer golpe, Golborne cayó a la lona y quedó fuera
de combate.
Metáfora culinaria:
Para estas elecciones vamos a tirar toda la carne a la
parrilla.
Metáfora mortífera: Pía Guzmán es un cadáver político.
Metáfora textil:
Perdí el hilo de la discusión,
El académico es alguien que hila muy
fino,
Tras su divorcio, ella estuvo atando
cabos.
Metáforas orientacionales según las cuales lo bueno es arriba y lo malo,
abajo:
Sus palabras me levantaron el ánimo,
Ayer tuve un bajón,
La bajeza moral es propia del
fascismo,
La producción industrial cayó 0,1%.
Para mi gusto, las metáforas más sofisticadas se registran en el imaginario
creativo del español de Chile en su dimensión zoonímica:
Como ando pato, tuve que hace perro
muerto
La cabra se fue al chancho cuando le
sacaron los choros del canasto
Este es un cabro choro, hijo de
tigre
El gallo choro mandó a freír monos
al gallo sapo pat’e vaca
También es posible reconocer engullentas metáforas chilensis rayanas en la
antropofagia:
Me comí un Barros Luco
Se devoró un Barros Jarpa
Le metí diente a un italiano con
harta mayonesa
Y cuando el sacerdote eleva el cáliz hacia lo alto, porque ahí está lo
bueno, y repite las palabras atribuidas a Cristo: “Comed y bebed que este es
mi cuerpo y esta es mi sangre”, está haciendo alusión a una metáfora propia
de caníbales y de naturaleza vampírica.
En fin, cierro esta primera parte con un ejemplo clásico de metáfora del
terror que aparece en la primera página del Manifiesto Comunista: Un
fantasma recorre Europa.
2. Ahora bien, la metáfora no sólo impregna
nuestro lenguaje cotidiano, que está por todas partes, sino que participa en la
construcción de significados pese al tradicional desprecio de la filosofía
hacia ella. Desde los filósofos griegos siempre se la consideró como un adorno,
un recurso marginal que permitía “iluminar” el discurso con dicha comparación
abreviada; nada más. Su función sólo consistía en proporcionar placer estético
al entendimiento. Aristóteles sostenía que “la metáfora es como el condimento
de la carne” (Retórica)
Jaime Nubiola en “El valor cognitivo de las metáforas” sostiene que:
“Las palabras por sí solas no cambian la realidad, pero los cambios en nuestro
sistema conceptual cambian lo que es real para nosotros y afectan a la forma en
que percibimos el mundo y al modo en que actuamos en él, pues actuamos sobre la
base de esas percepciones”.
3. Demos, pues, otra vuelta
de tuerca (metáfora gasfiteril-mecánica) en este descuartizamiento (metáfora
tanatológica) de la metáfora subrayando algunas consideraciones:
a) Conviene tener presente que la lengua es
abstracta. Nadie se sienta en la palabra silla, y la palabra vidrio
no se quiebra. Por lo tanto, nuestra mención lingüística de la
realidad es sólo un pálido reflejo (metáfora especular) de ella. Peor aún: la
metáfora induce a un conocimiento paradójico: a medida que se acerca a la
realidad, se aleja del “decir originario”.
b) La verdad no existe. Sólo hay puntos de
vista, es decir, interpretaciones. Nuestras miradas sobre la realidad
social son subjetivas, dependen de nuestra posición económica, de nuestras
expectativas, de nuestros sueños, del ideal de sociedad que queremos, del
estado emocional en que nos encontremos, del contexto histórico, de nuestra
historia de vida, etc. Por ello echamos mano a la objetividad como el argumento
infalible para argumentar: “Cada vez que queremos convencer a alguien para que
concuerde con nuestros deseos, y no podemos o no queremos usar la fuerza bruta,
ofrecemos lo que llamamos un argumento objetivo o racional” (Maturana, H. La
objetividad. Un argumento para obligar).
c) El debate, especialmente político, suele
plantearse como un combate. Lakoff y Johnson, los más importantes estudiosos de
la metáfora, sostienen que “El hecho de que en parte conceptualicemos las
discusiones como batallas influye sistemáticamente en la forma que adoptan las
discusiones y la forma en que hablamos acerca de lo que hacemos al discutir” (Metáforas
de la vida cotidiana).
En esta concepción, según la cual una discusión es una guerra de bolsillo,
encontramos expresiones metafóricas del tipo:
Su posición es indefendible
El candidato presentó una nueva
línea de ataque
La gordi ha ido perdiendo terreno
El Partido tiene una táctica y una
estrategia definidas
4. Muchos de los cambios culturales
nacen de la introducción de conceptos metafóricos nuevos y la pérdida de otros
viejos. Por ello es razonable suponer que los cambios en nuestro sistema
conceptual, o el afianzamiento de él, afectan la forma en que percibimos el
mundo. En otras palabras, la metáfora es PODER. Esto lo sabe y aplica muy bien
el sistema de dominación ideológico que
manipula la percepción de la realidad mediante la complicidad de los medios de
comunicación, las instituciones religiosas, la educación. Desde muy antiguo las
metáforas se usan como un ejemplo fácilmente comprensible hasta para los
imbéciles, esos de “techito bajo” (metáfora arquitectónica):
“Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja
a que entre un rico en el Reino de los Cielos”
En política abundan ejemplos, algunos curiosos, otros divertidos:
El dedo de Lagos
Los chascones de la
DC
Los momios
Tener muñeca
política
Se subió al carro
de la victoria
El chancho está mal
pelado
Las viudas de
Pinochet
Es un amarillo
Este no es ná, ni
chicha ni limoná
En fin, parece evidente que los políticos, convertidos en zánganos, hacen oídos
sordos (qué metáfora más extraña) a los requerimientos ciudadanos con el
objeto de continuar libando la miel que producimos los chilenos (metáfora entomológica).
Carlos F. Reyes
Profesor de Estado en Castellano
(Universidad de Chile)
Egresado del Magíster en Educación
Especial (Pontificia U. Católica de Chile)
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