viernes, 3 de julio de 2015

Oda al diccionario


ODA AL DICCIONARIO

Pablo Neruda

 

Lomo de buey, pesado

 cargador, sistemático

 libro espeso:

 de joven

 te ignoré, me vistió

 la suficiencia

 y me creí repleto,

 y orondo como un

 melancólico sapo

                
 dictaminé: "Recibo  

 las palabras

 directamente

 del Sinaí bramante.

 Reduciré

 las formas a la alquimia.

 Soy mago".

 

El gran mago callaba.

 

El Diccionario,

 viejo y pesado, con su chaquetón

 de pellejo gastado,

 se quedó silencioso

 sin mostrar sus probetas.

 


Pero un día,

 después de haberlo usado

 y desusado,

 después

 de declararlo

 inútil y anacrónico camello,

 cuando por largos meses, sin protesta,

 me sirvió de sillón

 y de almohada,

 se rebeló y plantándose

 en mi puerta

 creció, movió sus hojas

 y sus nidos,

 movió la elevación de su follaje:

 árbol

 era,

 natural,

 generoso

 manzano, manzanar o manzanero,

 y las palabras,

 brillaban en su copa inagotable,

 opacas o sonoras

 fecundas en la fronda del lenguaje,

 cargadas de verdad y de sonido.

 


Aparto una

 sola de

 sus

 páginas:

 Caporal

 Capuchón

 qué maravilla

 pronunciar estas sílabas

 con aire,

 y más abajo

 Cápsula

 hueca, esperando aceite o ambrosía,

 y junto a ellas

 Captura Capucete Capuchina

 Caprario Captatorio

 palabras

 que se deslizan como suaves uvas

 o que a la luz estallan

 como gérmenes ciegos que esperaron

 en las bodegas del vocabulario

 y viven otra vez y dan la vida:

 una vez más el corazón las quema.

 


Diccionario, no eres

 tumba, sepulcro, féretro,

 túmulo, mausoleo,

 sino preservación,

 fuego escondido,

 plantación de rubíes,

 perpetuidad viviente

 de la esencia,

 granero del idioma.

 Y es hermoso

 recoger en tus filas

 la palabra

 de estirpe,

 la severa

 y olvidada

 sentencia,

 hija de España,

 endurecida

 como reja de arado,

 fija en su límite

 de anticuada herramienta,

 preservada

 con su hermosura exacta

 y su dureza de medalla.

 O la otra

 palabra

 que allí vimos perdida

 entre renglones

 y que de pronto

 se hizo sabrosa y lisa en nuestra boca

 como una almendra

 o tierna como un higo.

 


Diccionario, una mano

 de tus mil manos, una

 de tus mil esmeraldas,

 una

 sola

 gota

 de tus vertientes virginales,

 un grano

 de

 tus

 magnánimos graneros

 en el momento

 justo

 a mis labios conduce,

 al hilo de mi pluma,

 a mi tintero.

 De tu espesa y sonora

 profundidad de selva,

 dame,

 cuando lo necesite,

 un solo trino, el lujo

 de una abeja,

 un fragmento caído

 de tu antigua madera perfumada

 por una eternidad de jazmineros,

 una

 sílaba,

 un temblor, un sonido,

 una semilla:

 de tierra soy y con palabras canto.

 

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